El Bastón de la Palabra: Una Aventura de Comunicación en la Selva
Hace muchos, muchos años, en una maravillosa selva de América, convivían en perfecta armonía numerosas familias. Familias de animales como los traviesos monos, deslumbrantes pájaros de mil colores, insectos curiosos, majestuosos felinos, y, por supuesto, los humanos. También había familias de árboles, plantas y flores, y hasta la familia del cielo: la lluvia, el sol y las nubes, que iluminaban el paisaje con su brillo.
Cada mes, estos seres extraordinarios se reunían en un circular corro para hablar y organizarse. Discutían temas vitales: cuándo necesitaban lluvia, cuándo deseaban que el sol brillara, hasta dónde podían crecer los árboles para que los rayos del sol acariciasen a las flores, y qué plantas y flores podían disfrutar los humanos.
En estas reuniones, compartían sus emociones y hablaban de lo que era significativo para cada uno de los miembros de sus familias. Contaban fascinantes historias de sus vivencias y compartían deseos y sueños. Cada encuentro era una oportunidad única para fortalecer los lazos de amistad y buscar maneras de mejorar su convivencia en la selva.
Sin embargo, había un gran desafío. Cuando llegaba el día de la reunión, todos estaban tan emocionados por contar sus historias que hablaban al mismo tiempo, creando un estruendo ensordecedor. Así, durante varios meses, intentaron reunirse, pero no lograban entenderse.
Un día, un niño humano, el más pequeño de su familia, decidió que era hora de cambiar esa situación. Quería compartir algo importante que le había sucedido, pero sentía que su voz se perdía entre el bullicio. Con valentía, cogió un palo del suelo y, sujetándolo con ambas manos, propuso:
—¿Y si hacemos de este palo el «bastón de la palabra»?
Intrigados, los demás preguntaron:
—¿Qué significa eso?
El niño explicó que, a partir de ese momento, la única persona que podría hablar en la reunión sería quien sostuviese el bastón en la mano. Así, cada uno tendría su turno para ser escuchado, sin el caos de voces superpuestas.
La idea fue recibida con entusiasmo por las demás familias de animales y humanos. Comprendieron que esta innovadora herramienta de comunicación les permitiría entenderse y respetarse mutuamente. Se sentirían escuchados y comprendidos, y podrían tomar decisiones más acertadas. Porque, cuando uno se siente escuchado, se abre a escuchar a los demás.
En ese instante, un gorila, emocionado por la idea, tomó el bastón y exclamó:
—¡Aún podemos hacerlo más hermoso! Cada uno de nosotros puede aportar algo que nos represente y decorar el bastón. ¡Así será el bastón de todos!
Cada familia comenzó a pensar en cómo adornar el bastón de la palabra. Los leones dejaron su huella poderosa, los pájaros añadieron plumas brillantes que danzaban al viento, los ratones ofrecieron un pelo de su bigote suave, los peces agregaron escamas relucientes, y las serpientes un lametazo cálido. Las flores ofrecieron su polen fragante, los árboles añadieron hojas verdes y frescas, las nubes un poco de su algodón esponjoso, y el sol, generoso, proporcionó un toque de su luz dorada.
Con el bastón decorado por todos, el día de la reunión llegó. Desde entonces, cada vez que se reunían, lo hacían con el bastón de la palabra en el centro del corro. Así, todos aprendieron a escuchar y a ser escuchados, creando un ambiente de respeto y amistad en la maravillosa selva donde vivían.
Y así, en aquel rincón del mundo, la comunicación floreció, y la selva vibró con las historias y risas de todos sus habitantes, unidos por el bastón de la palabra.
Las instrucciones del bastón son las siguientes:
- Solo puede hablar la persona que tenga el bastón en las manos
- Lo pasará cuando se sienta que lo han entendido y se sienta escuchado
- Los demás mientras no tengan el bastón no pueden hablar, ni discutir, ni interrumpir, lo único que pueden hacer es escuchar y hacer que la persona que tenga el bastón se sienta querida y escuchada.
- Así que en el momento en que se saca el bastón es el momento de la comunicación, tanto hablando como escuchando. Hay que ver cada situación con los ojos y el corazón de la persona que sostiene el bastón.